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Esto no es un Podcast

Uno...
Dos...
Tres...
Probando.
Esto no es un Podcast. Simplemente está escrito y como tal se asemeja a un poema, pero... no es un Podcast. Definitivamente es un poema. Vive sin micrófono, no necesita ser grabado. Esto no es un Podcast y lo expreso haciendo una figura contra-lógica de lo que alguna vez planteó Magritte. Si bien "la lección de René" desarrolla el argumento sobre la traición del arte y su modo representacional de la realidad, aquí la fórmula "Esto no es un Podcast" se afinca en la afirmación "Esto es un poema". Así las cosas, debo confesar que todo deriva de una anécdota y como se sabe el campo de lo anecdótico puede convertirse en terreno fértil para hallar hitos. El contexto situacional es el siguiente: la última vez que bajé de un colectivo de la línea 132 una voz escondida me estaba esperando en la vereda y me dijo: "a partir de este momento todo lo que pienses se volverá Podcast". Y entonces una imagen psicodélica se impuso como teatralidad rectora: toda mi poesía comenzó a desfilar, un poema tras otro, absolutamente todos llegaban y pasaban delante mío, me sonreían, me hacían muecas, gestos, fuckyous, se sacaban la ropa y desnudos se acercaban a un micrófono de pie como en la performance que Emilio García Wehbi hizo de los "58 indicios sobre el cuerpo" de Jean-Luc Nancy. En una especie de instalación performática me miraban y gritaban cosas como: "El Podcast es hablante, pensante, soñante, imaginante. Todo el tiempo siente algo. Siente todo lo que es corporal. Siente las pieles y las piedras, los metales, las hierbas, las aguas y las llamas. No para de sentir. El poema no". Y yo no podía creer cómo todo lo que había escrito alguna vez buscaba ser dicho a "voz en cuello", clamando, excitado "a viva voz". Y en medio de ese espectáculo siniestro tuve miedo, me angustié, descubrí literalmente la "angustia oral" porque todo se volvía palabra dicha, invasión sonora, la oralidad como vehículo excluyente, en definitiva, el ocaso de lo escrito. ¿Ocaso o acoso? No me pude detener en ese desvío anagramático. Todo sugería que ese "hipnotic treap" era un regreso a lo que Regis Debray caracterizó como la "Logósfera", ese momento mediológico en la historia de Occidente dominado por la producción y circulación simbólica a partir de mitos y leyendas, y la emergencia dominante del "estado fabulador", un dispositivo que para legitimarse necesitaba "decirse","contarse", vía comunicación oral. La palabra divina que se instaura sin escritura, ese ritual de altar que le muestra a los fieles diciendo: "Señor no soy digno de que entres en mi casa, pero una palabra tuya bastará para sanarme". Nada más y nada menos que un momento anterior a los signos de la grafía, previo a la revolución Gutemberg. Y ahí estaba yo frente a la muerte de la poesía mientras un ejército de "Podcast zombies" construían el gran relato de estos tiempos para ser consumido en el instante. La narrativa podcastinera que hace crujir los oídos y que tiene la habilidad de dejarse escuchar mientras hacemos otras cosas del mundo de la vida. Por esa condición esencial todo se vuelve "transmitencia" o potencia de transmisión "on demand". Y entonces, pensé, pensé y pensé hasta cerrar los ojos y apareció un poema que no quería convertirse en Podcast, un poema rebelde de cuerpo escrito, repleto de tinta, hambriento de hoja, anhelante de libro. Y dije en esa vereda de la Avenida Córdoba frente a la arquitectura del Teatro Nacional Cervantes mientras todo era infierno sónico: "esto es un poema...no es un podcast", grité, "me entienden", y seguí "es un poema a punto de escribirse y todo lo que se escribe puede desaparecer en el aire". Y cuando terminé de decir la palabra "aire" me di cuenta de todo. Y cuando me doy cuenta de todo, me distraigo, me vuelvo más lúcido y eso sí que es peligroso.
Esto no es un Podcast...
Esto es un excursus...
Gabriel Penner