Hace años, demasiados años, que la escritura me lleva, me desvía, me deriva, me orienta hacia lo que pienso denominar "operaciones de fuga". Siempre sucede lo mismo: escribo y fugo hacia paisajes que desconozco, hacia territorios incógnitos y entonces experimento la huida. Y esta vez pude codificar ese movimiento a través de pequeños textos abrumadoramente repetitivos, con una estructura que nunca cambia para indicar que todo el libro es una forma que está determinada por poemas de cinco líneas que abren y cierran de igual modo, sin escapatoria, generando una lectura concentrada. Esos micro-poemas que fueron escritos durante largas temporadas asumen el aroma de la escritura milenaria japonesa asociada a la brevedad y la contundencia, pero también en vínculo con la naturaleza, específicamente aquí en relación a la lluvia como fenómeno natural meteorológico. Todo sucede encapsulado bajo gotas de lluvia que aparecen y desaparecen en un "ahora" infinito. Se podría decir que son poemas de un "presente puro" o de un "presente ahora mismo" que envuelve toda acción, todo pensamiento, toda descripción, toda relación. Esa codificación está resumida en la lógica de escritura-lectura de Haikus Urbanos Irregulares de Arte o para expresarlo con siglas (HUIDA). Eso es, eso son: partículas de huida, partículas o células poéticas que me/nos permiten huir o escapar de la cárcel del lenguaje y la realidad como parte de la lengua. Es así, que en estas moléculas de poesía en donde domina lo mojado, quien lee puede toparse con el teatro, el cine, la pintura, la música, la literatura, y sobre todo con la vida, para ejercitar su propia huida, sus propias pastillas de fuga. Y entonces como se puede leer en el título del prólogo del libro nos encontramos yendo "Hacia una fenomenología poética de la experiencia meteorológica". Esta especie de "fenomenología poética bajo el agua" explora mediante "minúsculos arte/factos líquidos" las relaciones entre la experiencia humana y la palabra poética en un mundo donde todo parece conocido, obvio. Por ejemplo el texto Nº 270 dice:
Ahora llueve
la madre de Roland Barthes
prepara un té en la cocina
y espera la última foto.
Ahora no.
Las líneas del poema intentan proponer un "estado de fuga" enmarcado por el primer verso que abre los ojos a la lluvia y el último que los cierra. Dentro de ese "marco" todo es posible con lo que se sabe y con lo que no se sabe, ahí radica el acontecimiento o la contingencia poética, cada lector o lectora con lo que tiene de carga o de experiencia sobre la lluvia, sobre Barthes, sobre la relación con su madre, sobre la ceremonia del té, sobre la fotografía y todo lo que puede venir. Estas cinco líneas no son un poema o un haiku urbano irregular de arte, son muchos poemas-experiencias, son múltiples formas de huida-fuga-escape-deriva. Son interrogantes para hacerse como poetas que leemos y juegos de intercambios que se pueden realizar en cada poema-molécula. La cuestión que nos plantea esta maquinaria denominada Parte Meteorológico es nada más y nada menos que una experiencia psicodélica "que despierta los sentidos sometidos a la repetición del sonido de la lluvia, un loop en donde las palabras flotan y producen ceremonias íntimas, pequeñas, singulares. Y sin embargo, gota a gota, cuerpo a cuerpo, línea a línea, la voz emerge buscando interlocutores para compartir historias condensadas". El formato cerrado de cada poema al mismo tiempo constituye una apertura a la imaginación y al descubrimiento, o para decirlo nuevamente, una "huida" desde la palabra, abriendo y cerrando los ojos para escudriñar y crear el presente-ahora. Me permito una última incursión textual citando el Nº 256:
Ahora llueve
la estructura narrativa es
eso que se desmonta
para encontrar la belleza.
Ahora no.
No quiero abundar y cansar con explicaciones porque lo importante, -si es que hay algo importante en todo esto-, es la experiencia de huida de cada uno que se sumerja en las aguas-gotas de este "parte". Termino citando el final del prólogo: "Estamos frente a una máquina de escritura que opera con el ritmo de la naturaleza y el clima de la humanidad, nada más y nada menos, que un modo existencial de hacer llover".
Gabriel Penner