“Voy hacia lo que menos conocí en mi vida, voy hacia mi cuerpo” (Hospital Británico, 1984)
Y esto abre las puertas para pensar el lugar de los cuerpos cuando alguien está escribiendo una obra teatral y emergen múltiples interrogantes como por ejemplo: ¿qué cuerpos requiere la pieza que se escribe? Y esta pregunta puede multiplicarse y desprenderse en otras cuestiones como: ¿qué calidad de movimientos deben ejecutar esos cuerpos?¿Qué acciones involucran esos movimientos? De ahí que escribir teatro no sea solamente construir un mar de palabras y personajes dialogando o situaciones de conflicto que van marcando la obra o el desarrollo de escenas que se suceden para contar una historia, no, no, no... En esta oportunidad lo que interesa pensar se llama cuerpo o corporalidad y más específicamente “cuerpos dramaturgizados” o “dramaturgia de los cuerpos”. El teatro y las artes escénicas se caracterizan por ser parte de lo que se denomina “artes vivas” en donde los cuerpos están siempre presentes, son el sostén de todo el artefacto o andamiaje escénico. No se puede hacer teatro sin cuerpo, todo escenario convencional o no convencional cruje cuando es pisado, cuando alguien salta, cae, baila, hace ruidos, grita u ocupa un lugar en el silencio. El cuerpo, los cuerpos, ocupan el territorio. Elina Matoso especialista en Trabajo Corporal escribió un libro titulado: “El cuerpo, territorio de la imagen” en donde entre otras ideas plantea que cuerpo e imagen se vinculan mediante mapas de movimientos entendidos como escenas. Las imágenes corporales producen teatro, son teatralidad encarnada en movimientos y gestos que irrumpen el tránsito escénico. Hagamos un ejercicio: elijamos una pieza de teatro que nos interese y busquemos los movimientos corporales que se dan en el recorrido de la obra y luego apliquemos esta misma ejercitación a lo que estamos escribiendo. Supongamos que estamos construyendo una obra de cinco momentos escénicos, ¿cómo pensamos a las corporalidades y sus movimientos en cada situación? ¿Son corporeidades densas, pesadas, livianas, abúlicas, sensuales, etc? Jacques Lecoq plantea la idea de “cuerpo poético” como pedagogía teatral y nos dice que “el cuerpo sabe cosas que la mente ignora”. Podemos pensar la idea artaudiana de que “el cuerpo es todo” y relacionarla con el punto del desarrollo de un teatro basado en lo físico y el movimiento para sumar a nuestro trabajo creativo dramatúrgico. Se trata de ir hacia los cuerpos y escribirlos buscando elaborar una "partitura de movimientos" para que los actores-actrices devenidos personajes ejecuten con su corporalidad artística. Esta dramaturgia de los movimientos corporales se yuxtapone en un juego de dramaturgias simultáneas. De este modo el énfasis permite focalizar en la poesía de los cuerpos, sus relaciones y movimientos, para generar un encuentro estimulante con la mirada y la recepción de los espectadorxs que se vinculan al compás de esas señales, de esos signos sobre el escenario. El cuerpo no es sólo cuerpo, no es sólo carne, músculos, huesos, sino que engloba una diversidad sensorial, psicológica, afectiva y espiritual. Se ha investigado que los movimientos están atravesados por “patrones” que involucran a todo el sujeto. Es por esto que el entrenamiento orientado a las artes escénicas requiere del cambio de estos patrones o lo que se denomina repatronización. Un cuerpo tiene muchos cuerpos como sostiene Roland Barthes, hay un cuerpo del trabajo, otro para el deseo, pero todos conviven en el mismo “envase”. Se podría decir que el cuerpo es una construcción y una confabulación, es decir, el cuerpo se “con-fabula”, se cuenta, se habla, a partir de imágenes corporales. Todo cuerpo es un relato, una historia, una invención que se escribe. Hay un escrito en el cuerpo, como alguna vez se tituló una gran película de Peter Greeneway. Por otra parte, si recurrimos a Fedora Aberastury y su Sistema Consciente para la Técnica del movimiento. nos asomamos a un campo de una gran experimentadora que dijo: “No tengo esquemas conocidos, tampoco tengo miedos, ya, que me estorben”. Con eso funda una epistemología corporal de apertura a lo desconocido. Es así que se sitúa en el territorio de la interpretación para llegar al conocimiento humano. Su trabajo es generar técnicas de movimientos para que cada uno/a sea intérprete. Técnicas para adquirir un conocimiento del uso del cuerpo total. La utilización del cuerpo-instrumento debe apuntar a conducirnos al conocimiento de lo desconocido. Entrar en el cuerpo como creadores de teatro a partir de la escritura es animarnos a organizar mediante un código el juego corporal de los actores y actrices que suben a escena. Estamos pensando en lo que se denomina “cuerpo-teatro” que no es cualquier cuerpo, es un cuerpo intervenido para intervenir, es un cuerpo disponible, es un cuerpo en disposición, que se dispone para enfrentarse a un dispositivo, en definitiva el “cuerpo-teatro” es un cuerpo en situación. Una pieza teatral es un corpus que se escribe desarrollando múltiples operaciones dramatúrgicas y entre ellas la escritura corporal y sus resortes-movimientos. En estos tiempos de mercaderes atroces en donde todo se ha vuelto mercancía lucrativa busquemos darle al teatro una dramaturgia de los cuerpos poéticos.
Gabriel Penner