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Provocación


Entre tanto silencio, una línea.
Entre tantas líneas, una palabra.
Entre tantas palabras, una provocación.
El lugar de la poesía es el éxodo, la desterritorialización como praxis, el abismo como horizonte.
Caída irredenta en la hoja, violencia sin causa, ni cauce, insoportable, antipedagógica. La partitura del poema es disidente, no hay acuerdo posible, es un estado de desmesura, se está ante la palabra insumisa que quiebra toda regla, que desenmascara todo régimen de significación, cada poema nace para abolirse, es un monstruo que se fagocita a sí mismo, un margen que pervierte cualquier inocencia de centro. Cuando Platón arroja a los poetas de la polis acusándolos de ser el flagelo de la República inaugura una “política del orden” sostenida en una pedagogía de lo inteligible, toda invención de la palabra pasa a ser maldita, desestabilizadora, un atentado a la verdad. La impronta platónica es conservadora, reaccionaria, busca delimitar el signo, fijarlo en la cárcel de la comprensión, para los poetas quedará la oscuridad o mejor el ostracismo. Acaso ese gesto de represión idealista ha marcado a fuego el hacer poético, acaso debamos decir:
¡Gracias Platón por la expulsión, gracias por el exilio!
Como propuso Emile Cioran: "Escribir es una provocación, una visión afortunadamente falsa de la realidad que nos coloca por encima de todo lo que existe y de lo que nos parece existir. Hacerle la competencia a Dios, superarlo incluso mediante la sola virtud del lenguaje(...); esa es la hazaña del escritor, espécimen ambiguo, desgarrado y engreído que, liberado de su condición natural, se ha abandonado a un vértigo magnífico, desconcertante siempre, a veces odioso".(Ejercicios de admiración y otros textos, E.M. Cioran. Tusquets, Barcelona 1993)
No hay poema sin provocación.
No hay poema sin pérdida.
Todo lo demás es comunicación, mediación, un cuerpo asexuado que se acomoda entre el miedo y la moderación.

                                                                                                                                         Gabriel Penner