En la escritura no hay descanso, porque las formas en las cuales se sostiene son las del deseo, la de lo inalcanzable incansable.
¿Quién podría confinar el ocio? ¿O el arte?
Y si se trata de liberar espacios, el camino de la polémica resulta un inquietante experimento creador. En este caso el adjetivo está ligado al concepto "destrucción": la polémica destruye, compone una estrategia de ruptura, deja escombros allí en donde había edificios dogmáticos. Produce lo que se podría definir como una nueva herida narcisista, devastando la confianza en aquello que se piensa para siempre, sacrificando las cosas petrificadas. Allí en donde se encuentra lo lleno u ocupado, la escritura polémica genera una poética del espacio vacío, un socavamiento de las ilusiones de verdad.
Se instaura una gramática de lo transitorio, un lenguaje provisto de desvíos, el que polemiza, poliniza las estructuras valóricas de la configuración cultural. Polemizar es batallar por el diálogo y por la diversidad de sensibilidades y voces. Quien escribe polémicamente propone una mirada esclarecedora y sabe que los caminos no son duraderos, que la crisis está hecha de palabras insumisas.
La polémica es polisémica, es un acto de alerta que muestra la intención de profanar las ideas. El polemista se afana por exponer el carácter precario del mundo, se puede decir por devolver el mundo a sí mismo. Este género literario se enarbola como una propuesta estética de la realidad, entendida como un experimentar en común lo cotidiano, lo social y lo cultural. La destrucción encarnada en esta visión plantea una lectura fundada en el malestar respecto a las razones últimas, en una multiplicidad divergente, renegada de clasificaciones definitivas. Lo vivo de un pensamiento radica en su capacidad para polemizar con los “otros”, por ende la estética de la polémica tiene como principio la acción de buscar para seguir buscando.
El miedo al vacío, al silencio, al miedo, es miedo y puede que siempre exista.
La novedad podría consistir en temerle a lo repleto, a lo que rebasa, a los espacios culturales ocupados, saturados, completos.
Y es en esta dirección en donde nos volvemos polémicos.
Gabriel Penner