“Pensar es entregarse” de “Horacio o la inmovilidad”
¿Cómo definir la pensatividad artística?
¿Es posible rastrear imágenes pensativas?
En principio, se puede sostener que la pensatividad se concibe como un territorio de indeterminación y entrelazamiento de lógicas artísticas. Un régimen ideológico-estético relacionante que se nutre de la heterogeneidad a partir de un proceso de fusión y distanciamiento perpetuo.
En las obras del cineasta ruso Andrei Tarcovski (1932-1986) se halla el rastro inequívoco de “vincularidad” pensativa entre imágenes, poesía, acción y pensamiento. Hay una latencia de expresiones diferentes que se articulan y que promueven la intervención del espectador. Esta constelación significativa generada por el director/artista es inacabada y requiere de un espectador activo, co-creador, que va estableciendo su propio código de relación, todo se vuelve fundante. El cine de imágenes pensativas elaborado por Tarcovski, es un artefacto de contaminación artística en donde se mezclan e intercambian las singularidades expresivas, de este modo la pensatividad es un oxímoron, una acción detenida.
Pensar es una entrega ilimitada o si se quiere una experiencia de bordes, y películas como “Nostalgia”, “Stalker”, “El espejo” o “El sacrificio” convocan y provocan la multiplicidad perceptiva, constituyen una invitación a una tensión que se excede a sí misma y que desbarata asignaciones unívocas de sentido.
Hay así, una heterogénesis creadora tarcovskiana, una mutación inmanente, un delta de imágenes cuyas aguas tejen una inundación expresiva y en donde los espectadores náufragos, se abrazan a su propia deriva.
Detener la mirada y con/cederse al flujo de la pensatividad.
He aquí un oficio.
He aquí una intervención.
He aquí un silencio.
Gabriel Penner