¿Cómo decir en medio de
tantos decires?
¿Cómo despalabrarse sin abrumar, sin que quede todo flotando e
invadiendo el silencio?
¿Cómo quebrar la sustancia de la moda?
¿Y si fuera la
abstención?
¿Y si el camino fuera no entregarse a las habladurías o las
escriturías?
La poesía procede por hipótesis,
camina con muletas, cae, fracasa.
Ocurre que estamos sorteando
un mundo en donde todo es “poético”, una especie de sobreabundancia de la
palabra, una proliferación que multiplica en papel o formas digitales la
escritura, todo es publicable, en poco tiempo cada escritor acumula poemas para
ser leídos o ni siquiera.
Así aparece una hipótesis,
un accidente como hipótesis de trabajo: entre tanta maraña, entre tanto ruido,
entre tanto…el procedimiento es la abstinencia, una delicada renuncia a la
escritura compulsiva, mejor establecido, a la publicación como objeto-objetivo.
Practicar la continencia, un ayuno ritual, inhibirse para provocarse.
Los poetas son aquellos que
producen obras, no líneas rápidas que buscan impactar, eso es histeria…una obra
se nutre de paciencia, tarda años. Hay poesía cuando el papel es un desierto, arena
en donde las manos y los pies se hunden y es imposible la huella.
Escribir y leer en tono
sacrficial, sin medidas de tiempo, sin voluntad de público, respetando el arte
como disciplina drástica, a sabiendas que la vida es única e irrepetible.
Es ahí en donde emerge la
privación.
Es ahí en donde somos
animales de la abstinencia.
Es ahí en donde denunciamos
la facilidad que nos atraviesa.
Gabriel Penner