Se ha dicho, se dice, se dirá todo del sr. Artaud. Y esto causa un efecto inmediato, todo lo que se dice y se escribe irreversiblemente se muere, probablemente suceda lo mismo con estos garabatos que ensucian esta página, pero la palabra es humana y fue hecha para la muerte, así que allá vamos. Antonin Artaud es un artista impolítico entre otras cosas porque sus planteos que acechan a la cultura occidental desde "El teatro y su doble" están fundados en una praxis crítica de la representación, como lo ha sostenido J. Derrida en un texto potente Artaud marca a partir del Teatro de la Crueldad la clausura de la representación. Esta clausura, sin embargo, puede entenderse como el umbral para desarrollar una actividad artística radicalizada, sin mediaciones, sin interferencias con la vida. Lo impolítico no consiste en lo contrario de lo político, esto ya fue revisado por el teórico italiano R. Espósito en su caracterizada investigación "Categorías de lo impolítico", aquí lo entendemos como la capacidad para "im-pensar" o pensar lo imposible o aquello que está más allá de lo posible. Artaud es impolítico porque su política artística apunta hacia una decisión imposible, su pensamiento es una crítica tanto a la representación teatral y política como hacia la despolitización y la inacción. De este modo la lógica de lo impolítico que se traduce en la "jeroglificación" artaudiana o lo que J. Dubatti denomina el "teatro jeroglífico" es el signo de lo irrepresentable. El pensamiento impolítico procede como abolición de lo representable en favor de un arte político real. Hay en las posiciones de clausura una negación productiva, algo así como una lucidez oscura que hace estallar las estructuras previsibles. Y quien propone eso...nos provoca.
Gabriel Penner