Hace mucho, pero mucho tiempo, dejé asentado en un cuaderno que todavía anda por ahí un título entre comillas y mala letra: “Retorismo y Facticidad”; nunca desarrollé esa idea en un escrito con características académicas ni ensayísticas, pero siempre se constituía como un fantasma, un guión que acechaba mis intentos de escritura, ya sea en poesía, comunicación o en ciencia política. Lo cierto es que hizo su aparición dramatúrgicamente, sí, en una pieza teatral dominada por la pulsión de estos dos conceptos devenidos personajes centrales. "Cuidado con lo que deseas (y decís) que se te puede cumplir", reza una línea de la canción "Stalker" que homenajea a Andrei Tarcovski del Objeto Musical No Identificado denominado Partitura Invisible. Las palabras y los hechos como fuentes inagotables de humanidad, contradictorias y complementarias, el discurso y la praxis, la teoría y la acción, el poema y la escena. No está de más aclarar que uno de mis primeros libros de poemas se titula “Words not facts” ("Palabras no hechos") publicado por la editorial Violín Rayado allá por 1998. Alguien quizás observe o quiera encontrar una resonancia foucaultiana del hiper leído y comentado "Las palabras y las cosas", puede que haya un camino, un sendero epistémico en donde se registre esa condición de verdad que estudió mediante su "arqueología del saber" nuestro monsieur Foucault. Aquí estamos del lado de las palabras, aquellas que son juguetes hacedores, que perforan y realizan, la "palabra factótum", ese cuerpo retor erótico que mediante la lengua hace y deshace. El retorismo es erotismo que al decir se vuelve fáctico. La poesía proclama ese estatuto.
Gabriel Penner