El día pasa, en este mismo momento está pasando, se va. Y entonces el poema busca hacerse carne, se despliega, se hace territorio. ¿Qué es eso llamado poesía, cómo se come, cómo se consume? Aquí vamos a traficar una posibilidad de definición incompleta, injusta, arbitraria. Identificamos a la "forma poética" como una dosis que potencia la experimentación sobre la vida, es algo así como pastillas del decir o textos-caramelos o grajeas de escritura. Y hay que ingerirlas, a veces chuparlas, morderlas, mantenerlas, masticarlas, tragarlas, y entonces estallan, explotan, se incorporan. Como se ha dicho desde tiempos inmemoriales y lo retoma el hermoso libro del filósofo italiano Paolo Virno "Quando il verbo si fa carne", la palabra se vuelve cuerpo, es cuerpo. El poema es esencialmente performático o performativo, esto es discurso encarnado, corporizado, un decir-praxis. Y ese hacer desde el escribir que se dice llega a partir de un dispositivo fragmentario, líneas envueltas en celofán o blísters, nada más y nada menos que dosis pequeñas de arte que quedan girando toda la noche y por el resto de los días.
Gabriel Penner