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Contra-Mímesis

 Entre los arrabales de la vida me interesa acercarme a las prácticas de la "cosa escénica" que está cada vez más compuesta por diversidades e ingenios inclasificables. Propongo pensar como hipótesis la praxis de un "Teatro Contra-Mimético" y este excursus será una navegación por esas aguas. El abordaje del concepto histórico de "mímesis" y sus implicancias en diferentes territorios así como el tratamiento que le dieron múltiples autores excede las premisas de estas líneas, sin embargo, algunos "espectros" emergerán para crear ideas críticas. Se puede decir que el origen de la "cuestión mimética" lo tenemos que buscar en la construcción de la cultura occidental a partir de los "ladrillos de verdad" que formaron el edificio literario-teatral y filosófico concebido desde la "posición homérica" según sostiene Erich Aurebach en su libro "Mimesis: La representación de la realidad en la literatura occidental". El mundo griego construyó sus expresiones poéticas y filosóficas a partir de un "logocentrismo mimético" que se fue elaborando desde la "República" de Platón y específicamente en algunos pasajes del libro X y se consolidó a partir de la "Poética" de Aristóteles como norma creacional. Este mimetismo se instituyó como paradigma dominante en el universo teatral generando de esta manera la construcción de "objetos miméticos representacionales" o lo que hoy conocemos como "teatro mimético", nada más y nada menos que obras pensadas, diagramadas y ejecutadas desde la perspectiva de la semejanza, contrarias a la experimentación y derivadas en "tautologías espectaculares". Algún texto que escribí dice: "Nos hemos dado a la imitación, buscando la singularidad en la copia fiel, calcando las conductas, punteando las formas con un lápiz roto". Es así que la lógica de los espectáculos tautológicos está dada por una racionalidad nutrida de la repetición y la similitud, que se "pega" a lo que los espectadores conocen y saben, convirtiéndose en una apuesta a "lo natural", algo así como un espacio de tranquilidad y "compresión"; son obras que "se entienden", nutridas de obviedades y guiadas por el "sentido común". El teatro mimético es una puesta en escena sin artificios, contraria a la opacidad y a la "jeroglificación". La mímesis y su modus operandi eluden el "misterio poético" sosteniéndose en un culto a lo lineal contra toda posibilidad de metaforicidad. Desde el momento en que Platón expulsa a los poetas de la arquitectura política ideal dictaminando la inutilidad del arte (¡en otro texto nos dedicaremos a "lo inútil"!) hasta los preceptos aristotélicos que "congelan" el hacer dramático, nos encontramos gobernados por el realismo básico como planteo de la "verdad escénica". Esta marca de origen se instala en las prácticas del teatro occidental hasta devenir tótem. Entre otros pensadores y artistas es Susan Sontag quien en su libro "Contra la interpretación" plantea: "El hecho es que toda la conciencia y toda la reflexión occidentales sobre el arte han permanecido en los límites trazados por la teoría griega del arte como mímesis o representación mimética". El arte en sus distintas variantes  se presenta según esta autora bajo el signo de la "interpretación". Por eso escribe: "Interpretar es empobrecer, reducir el mundo, para instaurar un mundo sombrío de significados. Al reducir la obra de arte a su contenido para luego interpretar aquello, domesticamos la obra de arte. La interpretación hace manejable y maleable al arte. La interpretación, basada en la teoría, sumamente cuestionable, de que la obra de arte está compuesta por trozos de contenido, viola el arte. Convierte el arte en artículo de uso, en adecuación a un esquema mental de categorías". Por esta senda, los dispositivos escénicos dominantes están impregnados de lo que podríamos nombrar como "representacionismo literal" a partir de la búsqueda constante de la "mimificación" (¿momificación?) como producción de obra. Estamos frente a un teatro que deja de lado el acontecimiento y las relaciones contingentes en favor de estrategias de "loops" asociadas a la repetición de lo repetido. El Teatro Contra-Mimético se propone plantear la crisis del representacionismo cuestionando los modos de reproducción literal que fungen como clavos y pegamento entre la dimensión artística y la vida. Ante un hacer reproductivo la contra-mímesis apela a la experimentación y la investigación como método. Se trata de un teatro procesual de artistas investigadores que desmantelan fórmulas arcaicas y seguras desde procedimientos que indagan críticamente todo accionar condescendiente. Quizás algo de lo contra-mimético estaba en la idea de Oscar Wilde cuando sostenía: "La vida imita al arte mucho más de lo que el arte imita a la vida". Sin embargo, sigue siendo una apuesta por la mímesis pero a la inversa. Pensar lo teatral y lo artístico "más allá de la mímesis" implica una concepción de  "desrrepresentación" de la realidad en el arte. Se trata de quebrar el "pacto de correspondencia” elaborando una poética de ruptura en donde la identidad o mismidad no constituyan el paradigma de teatralidad. La teatralidad contra-mimética procura situarse en intersticios de creación desde la alteridad. Una apuesta escénica que combate la "repitencia" ligada al naturalismo y sus vertientes. Desde las posiciones contra-miméticas el hacer escénico no puede estar regido por el presupuesto de la imitación del mundo, esa modalidad reinvindica la adecuación en detrimento de la imaginación, el Teatro Contra-Mimético se construye en base a figuras que contrarían la similitud, y más rotundamente,  se sostiene en operaciones teatrísticas que apuntan a desorganizar cualquier tipo de afán de mímesis. Pensar las artes escénicas en estos tiempos de cápsulas emocionales que se han apropiado de la incorrección política y linguística es meditar sobre el imperio de la lógica mimética que amenaza con devorar toda situación artística. Proponemos el desarrollo de una "imaginación  contra-mimética" en donde todos los hacedores de este ritual festivo denominado teatro intervengan desmontando las trampas de la imitación. Debemos crear una gramática de la contra-mímesis ejercitando una variedad multiplicada de recursos y discursos que se despeguen del par "verdad-realidad". Esa gramática se podría apuntalar en una erótica  que irrumpa desde los experimentos poéticos hacia los cuerpos o viceversa. Aquí resulta potente situar la estética de la contra-mimesis como una ética política asociada a lo que Umberto Eco desarrolló como "Obra abierta". El arte mimético está ensimismado, vuelto sobre sí mismo, convertido en piel de la realidad, es un arte cerrado, limitado, sin riesgo. Todo lo contrario sucede con aquellas obras que como sostiene el pensador italiano se convierten en "metáforas epistemológicas". La contra-mímesis se desliza como la definición de un "campo de posibilidades" que se encuentra en el lenguaje poético de la obra en tanto mundo abierto, incompleto, indeterminado, o para decirlo de otra manera, como obra de deseo imposible. La apuesta que estamos sugiriendo está en vínculo con la apertura y el movimiento. Se trata de experimentar un teatro en tanto "obra abierta" y "obra en movimiento", siempre inacabada, alejada de la literalidad y su correspondencia con los formatos de la realidad. Una teatralidad desmesurada que intercepte y redefine lo real desde la poetización. Como plantea el filósofo argelino Jacques Ranciere en "La palabra muda" en relación a la escritura: "El espacio del poema es la performatividad teatral". Para los fines del texto que estamos transitando, el teatro de la contra-mímesis asume la lógica del poema que se hace vivo a partir de ejercicios de desapego que llevan a la "desrrepresentación". Desde este punto de vista todo poema busca ser un teatro  y viceversa. Siguiendo a Ranciere el poema es "texto e interpretación" y la lectura es una "performatividad poética" entendida como "teatro de sí" y "teatro del mundo".  A modo de coda inconclusa podemos plantear un interrogante: ¿hacia dónde va este "teatro replicante" que está nutrido por una estructura de duplicidad, de espejo? La respuesta es que va hacia un territorio de teatralización estática, fija, siempre en remisión a otra referencia, teatro repetido hasta el hartazgo. Mímesis-Mímesis-Mímesis grita el coro desesperado cuando observa que se asoman las huestes monstruosas que se decidieron a encarnar una poética de la diferencia contra-mimética. Ahí estamos.

Gabriel Penner