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Parte de enfermo

 No sé cuanto tiempo llevo así. Días, semanas, meses, años, no lo sé, no lo tengo claro, pero estoy enfermo de poesía. Hace poco recibí un ultimátum de uno de mis trabajos para que dé señales de vida. Se me acumulan los emails y los mensajes en el celular, ya no los leo, ya no los escucho. Simplemente estoy "padeciendo" este momento crítico y lo único que quiero es estar todas las horas leyendo y escribiendo poesía. No quiero dormir, no quiero comer, no quiero ver a mis amigos, no quiero coger o cualquier otra cosa que me distraiga. Solo quiero poesía. A la mañana, a la tarde, a la noche. No me importa nada más. Y me doy cuenta que me estoy aislando, no hablo con nadie, no veo las redes sociales o anti sociales, ni nada que se le parezca. Todo me parece una fucking mierda porque estoy enfermo de poesía. Ya sé, ya lo dije, pero es necesario repetirlo. Ahora, en este preciso momento dejé de leer para intentar dar forma y escribir un pedido de parte de enfermo a las autoridades del mundo voraz, a la realidad berreta, a quien corresponda, a todo lo que pasa por ahí sin dejar huella. Me ampara la ley del poema que en uno de sus artículos establece que todo aquel que se encuentre en estado poético podrá soltarse de todo aquello que lo encadene, ya sea de índole física o simbólica, como obligaciones diversas, contratos, entre otras cuestiones; todo en nombre de la instancia definida como condición de suspensión para dejar de prestarse a las cosas. Soy consciente que lo que tengo es incurable y que a medida que pase el tiempo se irá agravando, no hay vuelta atrás. ¿Acaso alguien regresa de la poesía? ¿Se puede volver de Rimbaud? ¿O de Pizarnik? ¿Es posible curarse de Pessoa? ¿Acaso hay medicina para librarse de Juan L. Ortiz? ¿Una vacuna contra Mayakovski, Rubén Darío o Li Po? La respuesta será siempre NO. No hay antídoto contra esa patología llamada poesía. En otro momento sería interesante hacer una recopilación de los rasgos que componen este malestar de la palabra o como escribió Jacques Ranciëre la poesía como defecto del lenguaje. Pero cuidado: no todos y todas que leen y escriben poemas están sumergidos en lo que estoy describiendo, cuando se está inmerso en este trastorno queda escaso o ningún lugar para otra cosa. La poesía en este límite no es compatible con el amor, con la bobería, con el yo-yo, el poema acaba y termina en sí mismo, quien lee y escribe no puede salirse, no hay alternativa, es radicalización pura, definitiva. Así nada más. Toda enfermedad es exagerada. Sé que en este instante hay quienes han dejado por un momento de escribir o leer un poema para darle tiempo a estas líneas enfermas, también sé que hay quienes están en sus trabajos y mientras están soldando o atendiendo a un cliente están pensando en las próximas palabras que los desembocarán en la senda del pathos. Por último, o quizás anteúltimo, hay quienes lleguen hasta el final y digan: ¡qué estupidez, estás enfermo sí, pero de otra cosa! Yo solo sé que amparado en Baudelaire y su troupe, entre otros tantos ejemplos, voy a pedir mi parte de enfermo alegando como afección poesía crónica terminal.

Gabriel Penner