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La muerte en el placard



Estas líneas podrían comenzar de mil maneras, pero el capricho de la vida me susurró que vaya por aquí y entonces lo primero que aparece es cierta musicalidad en las palabras, es tremendo pero no puedo dejar de pensar en la música y todo lo que escribo deberíamos leerlo y cantarlo, sugiero que sea desde un MI mayor inicial para luego derivar hacia un SOL también mayor y caer en un LA # (sostenido mayor) extraño en movimiento combinado con LA mayor. Si me siguen van a ver que esa musicalidad genera un texto poético que por su ritmosidad está emparentado con un campo de palabras esdrújulas, quizás podríamos pensar en un "esdrujulario". De este modo la lógica de este excursus se sostiene en primer lugar en lo que denominamos un pliegue musical, en segundo término se desliza por un pliegue fonético, estos dos aspectos conformarían el territorio de la forma. Recuerdo un hermoso libro que se titula "El oído del poema" que es de Walter Cassara y se vincula con lo que estoy planteando aquí. Todo texto se escucha, es una escritura sonante, por lo tanto hay que disfrutarlo como una música que silba en la cabeza, si se me permite parafrasear al gran Edelmiro Molinari. Recomiendo escuchar "Sílbame oh cabeza" de ese power trío setentista inigualable llamado Color Humano. A partir de aquí aquello que queda en esta especie de página será conducido por una música con dominante de esdrújulas y llega de esta forma:

"Tengo un amigo filólogo, y otro amigo astrólogo, algunas canciones estúpidas plagadas de ideas insípidas. También tuve una amante socióloga y todos saben que fui un niño politólogo mimado por una coneja erótica".

Y así podríamos seguir construyendo siempre en clave esdrujulística, si se me permite el neologismo nauseabundo. Pero:¡Detención! Tal vez sea tiempo de incorporar la frase insignia o estribillo que cruce este todo textual. Antes me interesa destacar lo que está mas allá o más acá de los pliegues que mencioné arriba. Es lo que podríamos denominar la sustancia significante o si se quiere el cuerpo temático del texto en cuestión. En las cuatros líneas sonantes que se presentaron emerge de modo crucial el tema de los afectos, desde la amistad hasta el amor todo lo que está escrito es en relación al universo afectivo, claro que montado en el ritmo esdrújulo que se ha descripto. Así podríamos seguir conjugando los dos pliegues iniciales con el orden de los afectos, y la textualidad seguiría creciendo, por ejemplo:

"Tengo una prima psicóloga que promueve instancias hipnóticas y una amiga antropóloga que hace danzas acuáticas".

Se me preguntará: ¿Y esto a dónde lleva? Respuesta: Todo lo que hacemos lleva al mismo lugar: la muerte. Ya lo plantearon muchos otros y otras, entre los cuales está Martín Heidegger que nos definió como "seres para la muerte" desde su inmensa obra "Ser y Tiempo". Los poemas, las canciones, las obras de teatro, todo lo que hacemos o pensamos nos llevan hacia allí, o más precisamente hacia ese ahí. Nada escapa. Y entonces el estribillo que sintetiza y cementa estos trazos podría ser:

"Y la muerte, digo la suerte, me espera en el placard".

Y otra vez retomamos con el corpus de la letra:

"Tengo pasiones artísticas mezcladas con razones ilógicas, algunos gustos exóticos que comparto con gente esotérica. Me guardo recuerdos impúdicos de amores que fueron proféticos y muestro una sonrisa kilométrica por las alegrías insólitas".

En este camino tapizado de palabras en sintonía esdrújula que conduce indefectiblemente a la suerte-muerte todo está en ilación discursiva mediante el conducto amoroso o la vida afectiva. Quizás podríamos incorporar entre otras tantas premisas de abordaje al famoso e insustituible libro de Roland Barthes "Fragmentos del discurso amoroso" con sus figuras que capturan o a la novela "Vita sexualis" del japonés Ogai Mori que a su manera relata y reflexiona con toques de humor sobre la definitiva importancia que tiene lo sexual y así seguir desplegando argumentos en torno al viaje afectivo hacia el final. Podría seguir deslizando estrofas que alguna vez escucharán por ahí en un bar o en una plataforma o vestidas en forma de poemas que hablan de:

"amigos mecánicos, guerras psicodélicas, cuerpos performáticos, retórica errática, obscenidades líquidas en piscinas jeroglíficas, y así grandes y extensos etcéteras..."

Y todo concluye, como esta escritura con:

"Y la muerte, digo la suerte, me espera en el placard".


Gabriel Penner