Páginas

LIBROS editados

Máquina de Poesía

 De Marinetti a Deleuze y Guattari, del Futurismo al Anti-Edipo, de Da Vinci a Duchamp, del hombre volador a las máquinas célibes, o de la "Máquina de hacer pájaros" de García a "Machine head" de Deep Purple o "Hitchcock machine" de Partitura Invisible, de la "Máquina parlante" de Schwob a la "máquina de hacer poemas" de Enzensberger, de Cucurto y su "Máquina de hacer paraguayitos" a Williams y su "máquina hecha de palabras", la historia del mundo está situada en torno al diseño y la construcción de lo "maquínico" entendido como la metáfora que articula la organización de las energías de cada época en cada sociedad. Es por esto que podemos nombrar momentos caracterizados por determinados "seres-máquinas" como por ejemplo identificar situaciones dominadas por "máquinas de matar" o "máquinas de consumir", "máquinas de anestesiar", "máquinas de soñar", entre otras. La metáfora maquínica puede conjugarse para enfrentar las lógicas dominantes de este tiempo que hacen culto a las relaciones económicas financieras y de redes sociales entendidas como "inmateriales" y "desubjetivadas" instalando un núcleo de cultura hegemónica que genera un individualismo furioso, violento, conspiranoico y repleto de un menú de brutalidades. Aquí se propone la idea de una "maquina blanda", un dispositivo que irriga flujos de acción artística en múltiples dimensiones y que se sintetiza como "máquina de poesía". Esta herramienta no es personal, se alimenta de lo interpersonal, hacer poesía se remite a un hacer colectivo, sin "competencia", maldita palabra insuflada por todos los rincones. Entonces sobreviene el plural "somos maquinas de poesía", compuestas por "cuerpos máquinas" que se entrelazan y producen textos, obras, y bailan para romper los clichés del ultracapitalismo retardado, estas máquinas que somos conmueven desde el tacto, desde los gestos, las sonrisas, los besos, los abrazos, en definitiva, somos "máquinas de amor en arte" reconstituyendo tejidos, eso somos, eso hacemos. Y no hay lugar para la cursilería en este planteo porque la poesía como máquina es crítica, no se instala en una lengua conocida, no recurre a los recursos de siempre, no venera maestros ni tendencias, porque la premisa vital es escribirse todos los días para subvertir lógicas. De eso se trata, una máquina de poesía, muchas máquinas de poesías, que salen a las calles para escribir la vida de otra manera, sabiendo que la obra del otro es importante, corriendo al ego, haciendo relaciones sostenidas en artefactos poéticos. Para finalizar esta intervención dejo como testimonio mi "Maquina de Poesía Amarga"  que forma parte de la obra teatral "TelmaH" en donde hacen fuegos-juegos cruzados los fantasmas omnipresentes de Alejandra Pizarnik y Sylvia Platt junto a los espectros de William Shakespeare y Heiner Muller.

Somos patéticas criaturas y estamos tristes

tristes porque la vida nos confirma crudamente

que somos patéticas criaturas tristes.

No tuvimos preaviso 

ni una llamada

un día llegó detrás de otro, como si nada,

siempre pasa así, se presenta y ya,

    como si nada

una palabra, luego otra y así la tercera hasta no poder parar,

caemos por un tobogán, pero no, 

                        ya no somos niños, 

y entonces la caída nunca termina.

Somos patéticas criaturas tristes sin control 

y jugamos a tapar las grietas que nos duelen, si es que algo nos duele.

Juntas para juntar los restos de lo que fuimos o todavía somos

con una pala de plástico como a las migas del pan que nos come


¿sabremos limpiar la casa esta vez?

Somos patéticas criaturas tristes limpias hacendosas obsesivas gestuales pervertidas insatisfechas amnésicas enfermizas idiorítmicas atonales mentirosas desgraciadas yectas cansadas temerosas escépticas y tres o cuatro, o quizás cinco combinaciones más.

Pero, la vida o como se llame nos tocó la puerta, 

¡Qué eufemismo! La pulverizó a patadas, sin embargo, 

¿quién no tiene la puerta rota?

Somos patéticas criaturas en la intemperie, seguramente

alguien estará viendo el espectáculo, nuestra vieja película sin guión.

Siempre igual.

La angustia es azul.

La alegría es amarilla.

Siempre los mismos ejercicios psicofísicos,

gimnasia decadente para los músculos carcomidos por la rutina.

Somos patéticas criaturas elásticas, tan tristes como un pedazo de goma que 

no sirve para nada.

Y en realidad,

-realidad, qué palabra extraña-,

no somos originales

porque vamos tras las huellas de no sabemos quién, 

pero que las marcas existen, existen.

Ya se dijo.

Somos patéticas criaturas tristes

y agreguemos inconsistentes.

¿Y si hacemos juntos un Seminario de la Inconsistencia?

La desnudez del fracaso nos convoca, como a tantas otras,

pero esta vez, el tema no son las otras, no hay huida

somos nosotras, los remanidas, las absurdas de todos los días, las teóricas de 

la experiencia, nosotras en carne viva, presente, última.

Esta vez nadie nos puede ayudar porque no hay patéticas criaturas tristes 

como nosotras.

Hemos perdido la infancia

la dejamos olvidada sobre el piano, en las teclas de cartón, 

esas que suenan a hueco, que son huecos.

Hemos perdido las manos a cambio de clavos.

Hemos perdido la música para desencontrarnos.

Siempre supimos que cada noche lleva en su vientre muchas noches, todas 

distintas, amables, peligrosas, impensadas, paranoicas

y quizás una de esas noches se ha llevado el “juntas” para hacerlo otra cosa, 

que es otra causa y entonces:

Somos patéticas criaturas tristes causales dando vueltas en un mecanismo 

dialéctico de conjunciones y disyunciones, quizás seamos un reloj a 

destiempo o algo parecido que no sabemos explicar.

Lo cierto es que nada somos sin nuestro pathos, nos hemos modelado sin 

dios, al calor de la desemejanza, corriendo por el paisaje árido, sin destino.

Y las patéticas criaturas tristes son autorreferenciales, 

y se muerden la cola como parte del ritual.

Hemos viajado sin tregua y eso desconcierta a cualquiera.

¿Acaso podremos caminar por las baldosas que se han despegado?

Ya ni las preguntas tienen sentido y eso es coherente con lo que somos.

Esta casa.

Este mundo.

Este miedo blanco 

que acorrala la respiración básica.

Esta disparidad.

Esta perplejidad.

Este desasosiego 

que anuda las partículas elementales de nuestras acciones.

Somos lo que somos y lo que hacemos para serlo y las ficciones que tejemos 

todas las tardes y también las desilusiones que nos encargamos de solventar 

con nuestras monedas sin valor.

Somos

Patéticas

Criaturas

Tristes

Si al menos hubiera fieras procurando nuestros cuerpos, todo sería diferente.

Adrenalina como gasolina.

Silencios y gritos de la misma textura.

Olores profundos para atraer.

Pero no.

Estamos en estado de natación en aguas abúlicas.

La insignificancia como insignia.


Gabriel Penner