Estrellas de la Nada

Dios y la Muerte son máscaras de la Nada.
Desde siempre me capturaron los versos iniciales del poema "Tabacaría" del heterónimo Álvaro de Campos de Fernando Pessoa que dicen:

"Não sou nada.
Nunca serei nada.
Não posso querer ser nada.
À parte isso, tenho em mim todos os sonhos do mundo".


Estas palabras son una declaración de principios, construyen una ética fundamental para aplicar a mis prácticas. Una apología de la nada para ser un hombre nadista o minimal. El nadismo como unidad básica de acción guiando búsquedas, generando una actitud filosófica que se vincula con la contemplación. Esta minimalidad nádica lleva a una poética de la condensación sea en el teatro como en otros territorios de escritura, reducir, simplificar, limitar. La nada mínima como antagonista al consumismo voraz y cruel. Seamos mínimos para romper con las pautas normativas que engendran consumo y así desde una posición exigua aventurarse en la potencia. Estamos viviendo un tiempo de excesos: gestos, gustos, palabras, sea lo que fuere la medida de hoy está dada por una vida maximalista que paradójicamente oprime porque pide siempre más de la mañana a la noche, todo se vuelve necesidad obsoleta, máximo confort, máximo placer, máximo volumen, Frente a este contexto se opone la condición de minimalidad como estatuto del hacer y del ser. Somos todos estrellas de la nada nos creemos que somos y no somos nada. Desde este punto de vista asumimos que "la nada es lo más nítido que existe", según escribí alguna vez sobre las resonancias de la obra de Juan José Saer en mi lectura. Se trata de partir de la nada para llegar a la nada, crear y vivir con nada, en nada, de nada. Se ha dicho en otras ocasiones y territorios literarios: 

"Nadie entiende nada, 
Nadie tiende nada, 
Nadie tiene nada, 
Nadie de nada". 

Nadie-Nada sería el par operativo al cual recurrir para pensar-actuar. De este modo estamos situados en la minimalidad nadista que está expresada en ese querer ser nada o en la aspiración de la vida mínima. En este punto podríamos entroncar distintas corrientes de pensamiento y poéticas que se hermanan con lo que se está planteando y llamarlos "Apologistas de la Nada". Por devoción me corresponde comenzar con Leopoldo Marechal quien escribió la sentencia "Padre de los piojos y abuelo de la nada" frase fabulosa que se encarna en el libro "El banquete de Severo Arcángelo". Hay una curiosidad musical que emerge de esa línea, dos bandas argentinas de rock en diferentes épocas se bautizaron a partir de ese texto mínimo y nadista: Los Abuelos de la Nada y Los Piojos. Se agradece esa multiplicación artística de la nada así como también la semilla poética propuesta en el Manifiesto Nadaísta: "La Nada no puede definirse, pero sí expresarse. Cualquier expresión de la Nada es contradictoria porque nos muestra lo inmostrable. Reivindicamos, como ya hizo Baudelaire, el derecho a la contradicción". El nadaísmo nacido en Colombia de la mano de Gonzalo Arango y otros compañeros de poesía transmite un vitalismo, una devoción por la nada vital y abre las puertas a la "nadalogía". ¿Cómo estudiar la Nada? ¿Cómo pensar la Nada? ¿Cómo vivir la Nada? Y entonces el camino vuelve a otro de los heterónimos de Pessoa quien dejó escrito:


"Quiere poco y tendrás todo,
quiere nada y serás libre".



Esta es la voz de Ricardo Reis, pero también podemos rumbear hacia Bernardo Soarez y "El libro del desasosiego" o quizás hacia Alberto Caeiro y sus "Poemas inconjuntos", siempre por la ruta pessoana de la nada múltiple. Y si saltamos al abordaje filosófico ahí se abren numerosos caminos que conducen a la Nada con mayúscula: desde Oriente se ha recorrido exhaustivamente a partir de diversas indagaciones vinculadas al Zen, entre ellas se puede citar a la denominada "Escuela de Kyoto" con Kitaró Nishida a la cabeza; encontramos una profunda investigación en el libro de James Heisig "Filósofos de la nada". Allí se sostiene que "La nada no debe confundirse con el No-ser..." como sendero para pensar y practicar desde una "lógica de la nada". Por otro lado, en la mirada occidental la Nada fue pensada por distintos filósofos en "modo existencialista". Desde la literatura podemos vislumbrar la perspectiva nadista de Miguel de Unamuno que en sus obras siempre está vinculada a la cuestión de la muerte, la finitud de la vida humana a partir de un pensamiento literario. En otro orden nos encontramos con "La nada como un pseudo problema" en Henri Bergson quien sostiene "...la idea de Nada, cuando no es la de una simple palabra, implica tanta materia como la de Todo y, además, una operación del pensamiento". Para ir afinando esta excursión por los territorios de la Nada debemos abrazar a la nada en Jean Paul Sartre a partir de su inmenso volumen "El Ser y la Nada" que es la obra central del existencialismo del siglo XX. Hay en la fenomenología sartreana una concepción de la nada como ausencia y es allí en donde se desarrolla la existencia de la conciencia, estamos rodeados de nada, plantea Sartre desde sus noches anfetamínicas, y por tanto ésta condiciona tanto a las preguntas como a las respuestas, la interrogación es posible por la misma presencia de la nada. El interrogante como medida de la existencia, la posibilidad del ser como pregunta humana. La Nada abre un "campo de posibilidades" para el ser humano, somos nada que elige y decide, y en esa nada estamos abiertos. Más allá o más acá de lo expuesto siempre quedan caminos por experimentar en ese desierto de la nada que somos.

Gabriel Penner

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