Animales lectoríferos
Desde estas líneas nocturnas se propone la idea del "afuera" o lo "extra" como punto de partida para representar el acto de la lectura. Por esta razón sostenemos que dicha acción es extraordinaria y que cuando se lee se es "extranjero", esto quiere significar que de alguna manera nos disponemos al extrañamiento como experiencia. Cada lectura es un ritual iniciático, un viaje por universos desconocidos en contacto con "otras lenguas". Hay una inmersión o como se dice por ahí en el mundo de las instalaciones artísticas una "experiencia inmersiva" en construcciones linguísticas externas elaboradas por otras cabezas, por otras manos, por otras voces. Siempre al leer entramos en el juego del otro, siempre son los otros los que codifican el tráfico de la palabra. Se entra a partir de la lectura en lo que no es propio, leer es un modo de salirse de uno mismo buscándose en otras historias, en otros lugares, en otras formas y perspectivas. Es entonces cuando aparece como hipótesis de vida para el lector el exilio perpetuo. Quien lee afronta el riesgo como itinerario, no comprende, sino que emprende una partida hacia destinos imprevisibles, de ahí la desventura del lector o lectora. Se lee como se vive (o viceversa) y esto quiere decir que al operar la lectura hay una situación de pérdida de lo propio que está guiada por una entrega que limita con lo absoluto. Puede instalarse la premisa de que el lector es ese personaje gitano, buscavidas, nómada, que deambula en la intemperie de lo escrito. Su saber radica en la inquietud. La lectura se hace al andar como el camino de Machado y en ese estado de movimiento van apareciendo ciertas lecciones que nos hornean como "animales lectoríferos". Como se ve, toda escritura está plasmada en un territorio, en una extensión, y los que leemos caminamos por esas coordenadas. Aquí viene a la memoria la potente imagen que muchos y muchas cultivan de ese "monstruo de dos cabezas" que es escritor/a-lector/a o en orden inverso. Quien escribe es porque ha tenido o mantiene un hambre de lectura al tiempo que leer es dejarse escribir por otros. Se han escrito y se han leído grandes páginas sobre este fenómeno que estamos indagando, quizás estemos iniciando el camino de una "fenomenología de la lectura" o algo similar que anda por esos carriles. Se vienen arbitrariamente algunos recuerdos de lecturas personales en donde lo heroico está encarnado en personajes que leen. Para comenzar aparece Italo Calvino en doble plano, por un lado "Si una noche de invierno un viajero", tremendo libro que se inicia diciéndole al lector: "Estás a punto de comenzar a leer una novela de Italo Calvino así que..." y por otro lado "La aventura de un lector" que pertenece al libro "Los amores difíciles" que recopila relatos en torno al concepto de aventura. No me voy a detener en estos textos, tan sólo digo que ser "lector o lectora" se ha convertido en una especie de personaje o condición que suele aparecer en la literatura moderna. Me interesa situarme sobre todo en dos obras que valga la redundancia me atrapan como lector. En primer lugar, el bello texto de Ricardo Piglia titulado "El último lector" en donde encontramos un exquisito recorrido por "escenas de lecturas" que el autor va describiendo en donde los protagonistas son escritores en el acto de lectura. Por esas escenas pasan Borges, Kafka, Shakespeare, el Che Guevara, Tolstói, Gramsci y siguen los nombres notables. En todas las páginas de este ensayo-relato Piglia nos conduce por un viaje partiendo de la pequeña-gran pregunta: ¿Qué es el lector? Imperdible, todo se vuelve un conjunto de escenas de vidas en donde se vislumbran los modos de leer de escritores destacados. Por otro lado y para finalizar esta breve incursión me remito al libro "La soledad del lector" de David Markson que conforma uno de las escrituras más originales en las cuales me he sumergido. Lo que más sobresale es un formato que se puede denominar como "cuaderno de apuntes" en donde el autor va desarrollando la trama a partir de citas o acontecimientos de diversos personajes históricos, podríamos argumentar que es una "novela no novela" o una "no-vela" en donde encontramos a un protagonista y un lector que se van relacionando a partir de formas originales de diálogos. Podría seguir rescatando obras, poemas, relatos, situaciones personales y de otros en donde se opera esta "animalidad lectorífera", pero me despido sugiriéndoles que piensen en escenas de lectura en donde como alguna vez planteó Umberto Eco se plasme la "intentio lectoris" o como me gustaría llamarla "inventio lectoris". Ya se sabe que toda lectura es múltiple: caótica, recortada, desordenada, abandonada...