¿Acaso hay alguien leyendo? ¿O chasqueando la lengua? ¿O simplemente escupiendo palabras atiborradas de vino? No. Todo lo que se escribe en estos tiempos es falso, está sospechado de falsedad por esa condición estructural que nos envuelve y de la cual no podemos escapar: estamos siendo seres socialmente expuestos. Esa es la cuestión, la exposición sin límite conduce a lo "fake". Es un mundo de relaciones "fake" en donde en cada respiro aparecen "fake news". Entonces, dado lo dado, me propongo el ejercicio de escribir durante horas y días un "fake poem" para batir todos los records. Mi poema falso debería empezar diciendo todas las verdades del universo que en realidad son las mías, las verdades de un poeta falso que vive rodeado de poetas falsos que son profetas, obviamente falsos, como todos los profetas. Entonces sigo escribiendo un poema repleto de "verdades falsas" como todas las afirmaciones que pretenden ser verdaderas y como quiero mostrar que soy auténtico, mis palabras gritan, insultan, atacan y violentan a todos aquellos que no vean que soy un gran escritor, es decir, un gran poeta falso. La autenticidad como enfermedad, la espontaneidad como razón violenta, por ahí navega mi "fake poem" que se sigue escribiendo y chorreando para obtener un premio que no hace falta que diga la característica que tiene. Alguna vez en una cama alguien me susurró: "todo premio, como todo halago, es falso". Y acá estoy recordando la falsificación artística por vía erótica en un poema que se engorda y avanza a paso fraudulento. My fake poem para my fake life, y así escribo con una ametralladora compulsiva: lleno una página, diez páginas, cien páginas, mil páginas, hasta que llego al fuck. Fuck to fake y dejo de escribir para abrazarme a un cuerpo o a algo así como lo real.
Gabriel Penner