Vida Pop

 Todo, absolutamente todo, se ha vuelto pop, todo está teñido, pintado con los colores chillones del "pop art". Definitivamente Andy Warhol marcó la cultura con un disparo que atravesó el cuerpo del mundo y hoy más que nunca lo podemos percibir. Estamos inmersos en relaciones sociales serializadas, repetidas, mercantilizadas, banales, domesticadas y siempre dibujadas por los artistas del consumo. Si no lo dije, lo digo ahora: esta es una vida pop. Una vida diseñada para desear y gozar desde los medios de comunicación y sobre todo desde esa arena de catch hiperbólica que son las redes sociales en todas sus versiones. Se trata de comer, coger, dormir, insultar, burlar, pero siempre con el individualismo perverso a flor de piel como bandera y en esos recorridos nos convertimos todos en escritores, actores, periodistas, streamers, youtubers, y muchas otras formas de ser famosos. Porque de eso va la cuestión: ser o no ser famosos. Como sentenció alguna vez el neoyorquino padre de esta dimensión epocal, todos queremos ser famosos y tenemos nuestros 15 minutos de fama. Hoy nos hemos transformado en "prosumidores", nuestro tiempo es eso que combina producir y consumir, somos animales pop dominados por una lógica digital. Eso somos, eso hacemos, eso nos limita. Me interesa jugar con ese concepto y definirnos como "presumidores", el verbo que se instala es presumir, vivir para presumir, la fama es el arte de ser presumido. Roland Barthes anticipó esta caracterización pop cuando sostuvo en sus "Mitologías" la idea del catch como "una suma de espectáculos" en donde los luchadores se exponen con total claridad a partir del cumplimiento de sus papeles-roles. Y nuestra coyuntura, que como todo fenómeno temporal tiende a desaparecer o al menos a mutar, asume su lucha "cuerpo a cuerpo" en el ring enfático de la virtualización. Cada día podemos ver "luchadores pop" o "pop fighters" que se entregan al desarrollo de un espectáculo que como escribe el propio Barthes "es una pantomima inmediata, infinitamente más eficaz que la pantomima teatral, pues el gesto del luchador de catch no precisa de ninguna imaginación, de ningún decorado, de ninguna transferencia -dicho en una palabra- para parecer auténtico". Así es que en las últimas décadas toda esta "descripción pop" se ha intensificado al punto que no podemos distinguir aquello que no entra en esta categoría. La política se ha convertido en música pop en donde emergen "estrellas" que buscan generar un "hit" conservador o progresista, moderado o extremo, para que canten y bailen las masas perdiendo de vista cualquier matiz emancipador. Los ritmos e imágenes pop son hegemónicos porque "linkean" con los procesos de "extimidad" que se pueden observar alrededor del mundo. La exposición se ha consolidado como el nuevo "imperativo categórico" a partir del uso de la telefonía celular. Podríamos ampliar los rasgos descriptivos de esta "popización" sumando la idea que de lo "pop" se anuda con lo "tecno" y con lo "fake". Quizás estemos cargando nuestras existencias en sociedades "extramodernas" (Podemos pensar otros nombres-conceptos para definirlas) que enfrentan una nueva "herida narcisista" asociada a esa triple condición. Nos movemos en un marco en donde esa tríada interactúa modelando las praxis de las personas. En este momento pienso en muchos de los trabajos de Byun-Chul Han que se atreve a delimitar estas situaciones como por ejemplo el tratamiento que se puede leer en "La sociedad del Cansancio" o en "Infocracia". Y mientras repaso como un ritual las notas mentales que dialogan con los textos-ideas del pensador coreano intento buscar algún rincón en donde lo falso, lo tecno y lo pop no se impongan. Insisto en pergeñar contra-dispositivos que por lo menos de vez en cuando hieran al imponente imperio que nos somete. A lo lejos suena una música, una canción...adivinen qué es...

Gabriel Penner  

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