Siempre recuerdo un fragmento del capítulo 154 de ese monstruo literario llamado "Rayuela" de Julio Cortázar en donde se lee:
"-¿Es cierto que hay un ajedrez indio con sesenta piezas de cada lado?
-Es postulable -dijo Oliveira-. La partida infinita.
-Gana el que conquista el centro. Desde ahí se dominan todas las posibilidades, y no tiene sentido que el adversario se empeñe en seguir jugando. Pero el centro podría estar en una casilla lateral, o fuera del tablero."
Esa lectura regresa cada tanto a mi pensamiento, regresa tergiversada, cambiada, desviada, reinventada por mí, regresa en forma de epígrafe, vuelve en otras bocas, con otras palabras y otros autores. Es por eso que hoy quiero plasmar un excursus del margen porque nos hemos acostumbrado a vivir en el centro. Educados para ser el centro de las cosas vagamos persiguiendo ese objetivo. Y entonces: egocentrismo, etnocentrismo, antropocentrismo, falocentrismo y otros "centrismos" son los significantes que dominan hace mucho tiempo la cultura. ¿Y qué si tal lugar no existiera? ¿Y qué si viviéramos o escribiéramos sin pensar en ello? Frente a tal grado de "centrificación" hay que propiciar el corrimiento, un “salir de” como estrategia creativa para escribirnos. ¿Por qué no descentrarnos? En este punto traigo a la escritora y militante anarquista Salvadora Medina Onrubia que escribió una comedia en tres actos titulada "Las descentradas" y que opera como partitura transgresora de los mandatos que "centraban" a las mujeres de principios del siglo XX. Esta mujer anarco-feminista tiene en su intensa vida particularidades como la de haber sido cónyuge de Natalio Botana y abuela de Copi. Dejemos entreabierta esta puerta para "descentrarnos" y busquemos pensar-ejecutar un arte asediando las estructuras formales, practicando la escritura del margen como arma de batalla frente a la trampa de la razón instrumental y la verdad, la periferia como estilo decisivo oponiéndose a ese “kentrón” o aguijón que intenta definirnos y clasificarnos. Una escritura lateral, así en la hoja como en el teatro, bordeando la posición fija, siempre móvil, en fuga hacia las orillas. Ir hacia los márgenes orilleros construyendo poesía desnuda y vital. La marginalidad como elección artística no como imposición; dejarse escribir en los contornos, permitiéndose la posibilidad de lo extremo. Un arte centrífugo que se va de donde lo quieren ubicar. Vivir y existir en el margen de la hoja, de los cuadernos, de los libros. Sabemos, bien lo sabemos, que el "adentro" se alimenta de lo "mismo". Es un aparato circular y vicioso que vomita conceptos y formas repetidas hasta la eternidad. Produce lo que podríamos llamar la insoportable identidad del ser (jugueteando con el viejo Kundera). El afuera es lo “extra”: extraordinario, extrínseco, extraño, extraviado. Por eso trabajamos desde la "excritura" o si se quiere desde las "excrituras".Quien produzca desde esta perspectiva provocará un arte de ruptura con el orden de las letras mayúsculas, ajeno, desviado , una apuesta al desorden. Lo que se escribe en el margen genera una herida narcisista en el texto; desafía la autoridad de la hoja, la centralidad del título, la palabra fin, cuestiona al autor. Es un ejercicio desautorizado o si se quiere "sin autoridad". Las palabras se convocan a la extraterritorialidad, emigran: éxodo literario. Se trata de la desubicación del lenguaje, una salida del curso de la obra, una escritura en excursus. De eso se trata: una obra excursus. Artistas de extramuros, descentrados, extravagantes, resistiendo las fuerzas centrípetas en favor de la diferencia. En estas líneas se argumenta lo que podríamos denominar “actitud limítrofe de escritura” que cruza a las formas, estilos y temáticas. Nomadismo artístico, sin asentamiento, el texto sin lugar preestablecido, o para expresarlo de otra forma, el texto como ectopía. Los textos desplazados, éktopos, fuera de lugar; poéticas, autoras y autores corridos, borders, desconocidos, ignotos que conforman una "literatura impropia", la literatura desterritorializada, imprevisible. Encontramos vínculos con la caracterización que realizan G. Deleuze y F. Guattari en la obra "Kafka: Por una literatura menor", si bien aquí estamos proponiendo indagar el grado de huida de un proyecto literario o su inapresibilidad. De tal modo, si escribir es leer y viceversa, el imperativo será descubrir el margen y sus epígonos.
Gabriel Penner