Ya no recuerdo donde ni cuando, pero estuve en una ciudad de zombies. Las calles grises tomadas por seres caminantes que se arrastraban envueltos en frazadas recicladas mientras los helicópteros hacían escuchar su música de hélices por el aire denso y contaminado. Muchos de nosotros, insisto, no recuerdo cuando ni con quienes estuve, mirábamos al cielo opaco y podíamos ver a los ubers voladores que iban de un lugar a otro en busca de helipuertos. Y en el marco de este paisaje apocalíptico o si se quiere post- apocalíptico apareció de repente en el centro de mi pensamiento la figura de Andy Warhol y algunas de sus obras icónicas del pop art, sobre todo las latas de sopas Campbell y su serialización, latas rojas y blancas todas iguales con sabores diferentes. Y evocando esas pinturas comencé a ver cientos, miles, millones de latas de conserva, sí, latas de conserva de gente cubriendo todos los espacios: por las veredas, por las calles, en los buses, en las plazas, en las oficinas, en las fábricas, en las gomerías, en los restaurantes, en los kioscos, más y más latas de conserva, etiquetadas, brillando con la luz del sol o de la noche, gente en conserva, humanidad triturada y encerrada en latas, latas de conserva de gente en el amor, en el teatro, en la poesía, en las redes y entonces escribí en un papel "todos se conservan a sí mismos" y lo repetí muchas veces mentalmente como un modo de grabarlo a fuego para que en algún momento se fije en un escrito que vendrá y golpeará mi puerta. Remember nota mental: "Veo latas de conserva de gente, veo latas de conserva de gente, veo latas de conserva de gente...porque todos se conservan a sí mismos".
Gabriel Penner