Sin dudas, uno de los textos más deliciosos que me tocó leer fue el análisis realizado por Michel Foucault sobre "Las meninas" de Velázquez en su extraordinario libro "Las palabras y las cosas". Siempre pensé que ese pasaje en modo ensayístico literario, que por otro lado es una "marca foucaultiana", encerraba posibilidades escénicas, al leerlo una y otra vez crecía una obra teatral que estaba ahí en germen a partir de ese decir. Escribe el autor: "Pero la relación del lenguaje con la pintura es una relación infinita. No porque la palabra sea imperfecta y, frente a lo visible, tenga un déficit que se empeñe en vano por recuperar. Son irreductibles uno a otra: por bien que se diga lo que se ha visto, lo visto no reside jamás en lo que se dice, y por bien que se quiera hacer ver, por medio de imágenes, de metáforas, de comparaciones, lo que se está diciendo, el lugar en el que ellas resplandecen no es el que despliega la vista, sino el que definen las sucesiones de la sintaxis". Me interesa esa idea de "irreductibilidad" entre la palabra y la imagen que interpela a las artes visuales y a las artes de la escritura, y como si fuera poco, ilumina hacia una reflexión sobre las artes vivas como el teatro y la performance. Ese estatuto "irreductible" es una llave que sirve para abrir el inter-juego entre las artes generando un territorio liminal, esto es, una "zona fronteriza" para el pensamiento y la ejecución. Ahora bien, este excursus que se escribe a partir de la mirada, de este ojo en detalle que nos obsequió el pensador francés en 1966, me lleva a la pintura de Roberto Carpani que tiene un título que me hizo explotar la cabeza: "¿Qué hace un tipo como yo en un lugar como éste?" Ese cuadro-pregunta me acompañó desde el primer momento que lo vi. Carpani en la selva de lo real, llevándome, llevándonos por lo real, raptándonos con la imagen que nos interroga, imagen-flora, imagen-fauna, con luces lianas que bien pueden evocar al ensayo desbordante de Octavio Paz "El mono gramático" y su poético mandato de "penetrar en la maleza" como signo de entrega absoluta hace vínculo con lo que aquí estamos sugiriendo en relación a la lengua y la imagen. Este animal humano que aparece en la textura paciana puede encontrarse definitivamente en la vigorosa obra del artista tigrense que se pregunta y nos pregunta hasta el infinito. Y entonces sucede la inmersión en la mata de lo real y entramos en la jungla, solamente con la mente sola y su funda mental. Hasta nuevo aviso.
Gabriel Penner